Título: La economía española en tiempos de la primera guerra mundial

Analizar de manera historiográfica, el desarrollo económico de España

Durante la Primera Guerra Mundial

ÍNDICE DE CONTENIDOS

1. INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………………… 2

1.1. Motivación del Trabajo…………………………………………………………………………………….. 2

1.2. Planteamiento del problema…………………………………………..………………..3

1.3. Objetivos. ……………………………………………………………………………………………………….. 3

2. Desarrollo…………………………………………………………………………………7

2.1. Variabilidad del      PIB   real per capital en España  durante    la   primera guerra mundial……………………………………………………………………………………..7

2.2. Índice de consumo durante la primera guerra mundial………………………….…12

2.3. Incidencia que tuvo la primera guerra mundial en las importaciones y exportaciones del país…………………………………………………………………………………..……13

3. Bibliografia…………………….……………………………………………………….15

  1. Introducción
  1. Motivación del trabajo.

Durante el año 1913, se dio lugar a una situación crecientemente crítica de la monarquía constitucional, hasta el momento de su definitivo colapso en el año 1923, todo esto debido a la fragmentación paralela de la vida política española, tanto del partido liberal como del conservador.

Este hecho coincidió aproximadamente con el estallido de la guerra mundial, un acontecimiento de envergadura que produjo un cambio sustancial en la vida pública española.

La guerra mundial supuso para España un motivo más de enfrentamiento, pero los gobernantes españoles supieron mantenerse en una efectiva neutralidad, la cual manifestaron en la gaceta de Madrid su manifiesto de neutralidad, el 07 de agosto de 1914.

Por lo tanto, en pocas palabras, las fuerzas armadas españolas no estaban en condiciones materiales ni espirituales para participar en una guerra europea. Así se lo transmitió Eduardo Dato a Alfonso XIII:

«Con solo intentarla (una actitud bélica) arruinaríamos a la nación, encenderíamos la guerra civil y pondríamos en evidencia nuestra falta de recursos y de fuerzas para toda campaña. Si la de Marruecos está representando un gran esfuerzo y no logra llegar al alma del pueblo, ¿cómo íbamos a emprender otra de mayores riesgos y de gastos iniciales para nosotros fabulosos?» (Fuentes, 2014, p.40).

El Rey Alfonzo XVIII consideraba que España, no se encontraba preparada ni política, militar, social, ni económicamente, para una guerra y que debía mantenerse neutral durante todo el desarrollo de la misma, más aún cuando la fuerza militar no contaba con un espacio geográfico amplio para realizar las maniobras de rigor que se ameritan en una guerra, avivando esto los deseos de aislamiento del gobierno durante la guerra, sin embargo generó un conflicto interno político y social de manera paralela en detrimento de la política exterior del momento.

No hubo importantes consecuencias negativas iniciales, debido a la ausencia de grandes presiones políticas, que sí sufrieron otros países que proclamaron la neutralidad al principio de la guerra, como Grecia o Italia.

 El hundimiento de mercantes españoles por parte de los submarinos alemanes, generó un mayor conflicto. Se calcula que estos submarinos hundieron en toda la guerra entre 139 000 y 250 000 toneladas, el 25 % de la flota mercante española, más de 80 buques hundidos.

La neutralidad tuvo importantes consecuencias económicas y sociales ya que se produjo un enorme impulso del proceso de «modernización» que se había iniciado tímidamente en 1900, debido al aumento considerable de la producción industrial española a la que de repente se le abrían nuevos mercados (los de los países beligerantes).

Sin embargo, la inflación se disparó mientras que los salarios crecían a un ritmo menor y se produjeron carestías de los productos de primera necesidad, como el pan, lo que provocó motines de subsistencias en las ciudades y crecientes conflictos laborales protagonizados por los dos grandes sindicatos, CNT y UGT, que reclamaban aumentos salariales que frenaran la disminución de los salarios reales debido a la inflación.

​ Según los datos del Instituto de Reformas Sociales en 1916 los precios de los productos básicos se habían incrementado entre un 13,8 % la leche, hasta un 57,8 % el bacalao, pasando por un 24,3 % el pan, un 30,9 % los huevos o un 33,5 % la carne de vacuno.

La neutralidad, sea impuesta o no, amerita de una figura jurídica, que aun cuando otorga derechos, entraña obligaciones.

Requiere por tanto de una política activa que puede causar cambios en la posición internacional del sujeto que la ejerce.

En el anterior contexto, Alfonso XIII, quien, antes del estallido de la guerra, había intentado mejorar la posición internacional de España generando una alianza firme con alguna potencia europea; se enfrentó incertidumbre de cómo hacer para el país una oportunidad a raíz de todos estos conflictos.

Toda esta acción desenfrenada generó una situación que tuvo grandes repercusiones en el país, sobre todo en la economía, una combinación de escasez y carestía que afectó sobre todo a los trabajadores, clases medias asalariadas, por el motivo de perdida de la capacidad adquisitiva, sumado al sistema ineficiente tributario existente para la época.

La primera guerra mundial fue la apertura a un cambio en el sistema económico, político y social que evolucionó el desarrollo en la economía del país de una manera significativa e histórica, en donde se denota como de un conflicto se puede generar grandes y significativas oportunidades en todos los ámbitos de un país.

1.2. Planteamiento del problema.

La guerra conlleva a una serie de acciones sociales, políticos y económicos que transforman a toda una sociedad, tanto a nivel cultural, familiar, social y laboral, siendo para muchos países la destrucción de un estado, o, al contrario, se convierte en una oportunidad de crecimiento, avance y renovación en aspectos industriales, laborales, comerciales y sociales.

Tal es el caso de la primera guerra mundial de España, que muy a pesar de su neutralidad durante el desarrollo de la misma, no perdió protagonismo que la caracterizaba, y no precisamente por sus ataques, sino por su interacción económica y social en pleno proceso.

Una de las repercusiones que tuvo el país, tiene que ver con los desequilibrios y las desigualdades de renta que provocó, produciendo una combinación de escasez afectando a la clase social medio asalariado y obreros, ya que perdieron gran parte de su capacidad adquisitiva, además de un sistema tributario ineficaz existente que permitía elevados niveles de fraude.

Todo lo anterior sin mencionar la crisis y tensión social que generó por los conflictos internos políticos que surgían paralelamente a la guerra, que afectaron de manera social las reformas laborales en cuanto a jornadas, y mano de obra utilizada en los comercios y grandes industrias, así como acuerdos internacionales para la comercialización de bienes y servicios nacionales.

El presente trabajo tiene como finalidad, analizar de manera historiográfica, el desarrollo económico de España durante  la Primera Guerra Mundial, desde un punto de vista económico y social, para el desarrollo de la investigación surgen las siguientes interrogantes como: ¿Qué variabilidad tuvo el PIB en España  durante la guerra mundial? ¿Cómo afecta la guerra el Índice de consumo durante la primera guerra mundial¿ ¿De  qué manera la primera guerra mundial incidió en las importaciones y exportaciones  del país?

Es importante resaltar que este análisis historiográfico, es basado en la recopilación de la estrecha bibliografía existente del tema, debido a la ausencia tecnológica del momento. Bibliografía que se conserva gracias a la cultura educativa del país, y dicho análisis lo realizo de una manera objetiva, sin que mi percepción o subjetividad varíen los hechos históricos.

1.3. Objetivos

1.3.1. Objetivo General

Analizar de manera historiográfica, el desarrollo económico de España durante la Primera Guerra Mundial

1.3.2. Objetivos Específicos

2. Desarrollo

2.1. Variabilidad del PIB en España  durante la  primera guerra mundial.

 El PIB refleja, el declive  o alza del crecimiento económico,  a través de  la medición de  indicadores productivos en términos reales, tales como, productividad comercial e industrial, empleo, lo que permite determinar si una economía está en crisis y en casos muy dramáticos una caída muy profunda y prolongada la que se conoce como depresión económica.

El PIB se puede calcular de diferentes maneras, la primera de ella es restando el valor de los productos finales de una economía menos el valor de todos los insumos utilizados en su producción. La segunda manera seria totalizando el gasto de los bienes y servicios finales producidos en una economía por hogares, corporaciones y gobiernos. Y por último otro componente y no menos importante, el ingreso obtenido por individuos y empresas a partir de la producción de bienes y servicios en la economía.

Un  crecimiento económico se evidencia, en un aumento en la cantidad y calidad de los bienes y servicios económicos que una sociedad produce y consume. Si bien la definición de crecimiento económico es sencilla, es extremadamente difícil medirlo. 

El Producto Interno Bruto (PIB) de una economía es una medida de la producción total. Más precisamente, es el valor monetario de todos los bienes y servicios finales producidos dentro de un país o región en un período de tiempo específico. 

Los ingresos de una empresa son los ingresos que genera por la venta de los bienes y servicios que produce a los consumidores; sin embargo, ese mismo ingreso es también el gasto de los consumidores en esos bienes y servicios. 

Paul Krugman  (1992),  señala que:

 “Nuestros ingresos provienen principalmente de vendernos cosas entre nosotros. Tus gastos son mis ingresos, y mis gastos son tus ingresos”. 

En  España la guerra estuvo enmarcada por un  contexto  de crisis institucional, política todo ello sin mencionar la caída de demanda y de inversión de consumo existentes internacionalmente que afecto directamente al país, declive que fue causado por la gran depresión internacional dando como resultado el derrumbe del sistema financiero obligando  al sistema bancario norteamericano a cobrar toda la cartera de créditos y préstamos realizados a empresas, bancos, administraciones europeas, sin éxito alguno situación que impidió la renovación de los mismos, generando un hundimiento en el sistema financiero del país.

La crisis  amerito cambios en el sistema institucional en el ámbito económico, debido a que las políticas económicas existentes estaban agotadas y no resolvían los problemas que suscitaban durante la economía clásica, todo ello condicionado en un contexto político y social del país.

Entre 1850 y 1935, la evolución de la economía estuvo fuertemente expuesta a oscilaciones, con desviaciones interanuales del PIB variando entre -10,1% y 13,9% derivado del alto grado de dependencia en la agricultura y por lo tanto en la esperanza de buenas cosechas. Aunque el inicio del Sexenio Democrático en 1868 impactó tanto en la economía como en su estructura ya que se introdujeron en España los primeros indicios de la Revolución Industrial principalmente financiada por parte de inversores extranjeros, fuertes medidas proteccionistas y regularizaciones fueron protagonistas durante estos 85 años que culminaron en 1935 con la imposición de la Autarquía.

El retraso en de la modernización del sector productivo, el proteccionismo y los aranceles establecidos con el fin de proteger el débil producto español derivado de su ausente competitividad respecto al mercado internacional así como la acentuación de actividades como el turismo y el sector inmobiliario han derivado en que para España es más costoso producir que comprar. Por todo ello, el índice de correlación entre el sector exterior y el PIB es el menor de las diferentes correlaciones estudiadas, con un valor de 0,70 entre 1850 y 1927.  

Fue a partir de la integración de España en la Comunidad Económica Europea, que el déficit gracias  al nivel de importaciones con el fin de desarrollar los pilares considerados como fundamentales para el desarrollo de España no se consideró como un problema pues los ingresos derivados de los servicios en particular del turismo, compensaban el alto nivel de compras en el exterior.

A su vez La continua ausencia de inversión en I+D+i, recuperando el crecimiento económico a través de actividades obsoletas, manifiesta la necesidad de cambio sistémico. Es preciso diseñar una estructura basada en la intensificación del alto valor añadido con el fin de abaratar el coste de producción y por lo tanto buscar el posible triunfo del producto nacional español en el exterior y por lo tanto un crecimiento sostenible a largo plazo de la economía española.

La falta de recursos presupuestarios llevó al Estado español a favorecer, de manera general, a la industria mediante el proteccionismo y la regularización interior, dada la imposibilidad de hacerlo a través de gasto público. Con ello, se implantaron medidas arancelarias sobre la industria nacional, provocando un freno el su desarrollo y una baja competitividad.

El retraso de la industria es una expresión particular del atraso general de España. El retraso industrial quedó reflejado tanto por la contribución del PIB industrial al PIB nacional, en 1890 no llegaba al 25%, como por la diferencia de consumo de carbón y electricidad respecto al resto de países europeos occidentales.

Se puede asociar al fracaso a la escasez de recursos productivos, tanto humanos, tecnológicos, de capital así como naturales.

La sociedad española, en su gran mayoría era campesina, en 1890, dos tercios de la población activa trabajaba en el sector primario. Todos ellos con una capacidad de gasto muy limitada y de ahorro prácticamente nula, dando lugar a una demanda interna muy reducida. Se debe añadir que el peso de la agricultura en el PIB español era muy elevado, provocando una muy alta inestabilidad en sus ingresos, dada la dependencia en las cosechas y por consecuente en la meteorología.

España, en este ciclo económico se encontraba en una situación de precariedad y de retraso, con un nivel de ingresos muy dependientes en la agricultura. La economía española creció durante estos años gracias al arranque de la industrialización, la implantación del ferrocarril, las reformas político – sociales y por la agricultura.

“…Cuando tengamos producción suficiente; cuando tengamos mercados propios; cuando tengamos una educación nacional más perfecta; cuando hayamos construido un capital nacional que nos permita luchar con el capital extranjero; cuando esto se haya realizado y hayamos vencido en la lucha del cambio a casi todas las naciones, entonces, después de cien años, nosotros seremos tan librecambistas como los ingleses”  (Canovas, Discurso parlamentarios)

La cita presentada anteriormente revela la decisión de España de convertirse progresivamente en uno de los países más proteccionistas de Europa hasta alcanzar la autarquía en el Franquismo.

A partir de 1896 hasta 1918, se observa una fase de expansión, pasando de un producto interior bruto de 35.592 millones de euros 2010 a 54.029 millones de euros 2010 en 1918.

Aunque España hubiese establecido la Ley de 1906 con el fin de proteger su producto nacional, y se hubiese quedado atrás en el proceso de industrialización comparado a los países desarrollados de Europa, no implicaba que el proceso de industrialización se hubiese estancado.

La pérdida de las últimas colonias españolas, benefició la entrada de capitales procedentes de la repatriación y remesas de emigrantes que permitieron cubrir el déficit de la balanza de pagos.

Las exportaciones de mineral de hierro del País Vasco y la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial permitió a España una extraordinaria acumulación de capital que dio lugar a una política efectiva de “nacionalización”, reconquistando el control de las principales actividades económicas que se encontraban en manos de sociedades e inversionistas extranjeros.

De la misma manera, la deuda pública existente se desplazó casi en su totalidad a manos nacionales. El proceso se intensificó después de la Primera Guerra Mundial, dado que su neutralidad no solo evitó la devastación del país, si no que se benefició del contexto internacional para aumentar su capitalización interna así como su presencia en el exterior. Por ello, se presenta un mayor ritmo de crecimiento del producto interior bruto entre 1918 y 1929, pasando de 54.029 millones de euros 2010 en 1918 a 80.166 millones de euros 2010 en 1929. Durante estos años, las tasas de crecimiento interanual son las más positivas, con mínimos cercanos al 0% y máximos superiores al 8%, con el mayor nivel de crecimiento de la fase completa, alcanzando en 1927, 8,7%.

Grandes oleadas migratorias protagonizan este periodo, por un lado, hacia el exterior en particular América del Sur e interior vuelta de las colonias entre 1890 y 1913. Por otro lado, las migraciones entre el campo y ciudades.

La ocupación y por lo tanto productividad es difícil de estimar, tanto por la limitación en credibilidad de los datos disponibles así como de la dificultad en  estimar la ocupación de la población. El grado de especialización laboral era muy limitada, así como las personas no tenían una única ocupación si no dependiendo de las estaciones del año así como de las necesidades, las personas activas se empleaban de forma muy diversa. Es decir, población que en teoría se encontraba trabajando en otros sectores, en épocas de cosecha en particular, trabajaban en la agricultura durante unas horas de sus jornadas laborables.

Sin embargo, la población rural aumentó entre 1890 y 1910, y fue a partir de entonces que se produjo un éxodo rural derivado del incremento de la productividad, mejoras tecnológicas e introducción de pesticidas que habían quedado frenadas décadas anteriores por los aranceles trigueros y las leyes nacionalistas asociadas a la protección del producto nacional.

Se estima que entre 1887 y 1910, el número de varones empleados por el sector primario ascendió a un 69 por ciento de la población activa, aumentando un 12% durante esos 23 años. Sin embargo, desde 1910 hasta 1930, el porcentaje disminuyó en un 18%. En 1930,  la población activa trabajando en agricultura representaba el 51%. A partir de 1910, la población urbana creció dos veces y medio más que la rural. Con el desarrollo de la economía, y de la población, se entiende, por lo tanto un aumento de la renta per cápita para la época.  

El desarrollo del producto interior bruto per cápita, marcado como el PIB con cuatro diferentes ritmos de crecimientos, tanto el año 1896 como el año 1929 quedan reflejados como años punta, el primero como decrecimiento y el segundo como el máximo nivel de renta por persona adquirido durante el periodo.

2.2. Índice de consumo durante la primera guerra mundial.

Entre 1890 y 1904, la canasta de bienes de consumo estaba valorada con valores semejantes a dos décadas anteriores. Las medidas de protección inicialmente se aplicaban a los productos exteriores, por ello, los primeros años del modelo nacionalista no impactaron sobre los precios de consumo.

Sin embargo, a partir de 1906, con la ley de protección y las reformas fiscales, la peseta sufrió una devaluación, implicando un gran descenso del IPC llegando a niveles de 1853, pasando de un IPC de 0,244 en base euros 2006 en 1905 a 0,172 en base euros 2006 en 1913.

A partir de 1913, la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial, así como los avances de la Segunda Revolución Industrial, favoreció la apreciación, de nuevo, de la peseta, la exportación de ciertos productos y por lo tanto un crecimiento de los precios de consumo. Entre 1913 y 1920 el IPC creció en España un 92%, con una tasa anual compuesta de crecimiento de 8%.

En los últimos años del periodo, entre 1920 y 1935 vuelve a presentarse un periodo con grandes oscilaciones del IPC interanual. Aunque en su conjunto, la tendencia general fue de estancamiento. El arancel de 1922 tuvo un gran impacto en el IPC, marcando en 1923 un punto muy inferior a los años anteriores. La incertidumbre y las presiones de los años siguiente provocaron el estancamiento del IPC.

El índice de precios de consumo siguió una evolución dispar al PIB durante el periodo 1890 y 1935, en especial durante los años comprendidos entre 1906 y 1913, presentando las variaciones interanuales tanto del PIB como del IPC.

Entre 1906 y 1913 la relación entre ambos indicadores es inversa, mientras que el PIB aumenta, el IPC disminuye, sin embargo el resto de años, el inicio (1890-1906) y el final (1913-1935) del periodo mantienen una relación positiva en la mayoría de años aunque con un ritmo de crecimiento diferente.

2.3. Incidencia que tuvo la primera guerra mundial en las importaciones y exportaciones del país.

El comercio mundial se incrementó rápidamente desde el inicio del siglo XX, animado sobre todo por el crecimiento del comercio entre Europa y países tales como Canadá y Argentina. Fue, también incrementado por los importantes hallazgos de oro en Sudáfrica y en otros diversos lugares del mundo a fines del siglo XIX, que ayudaron a aumentar la liquidez internacional y desarrollaron el comercio. Se puede estimar que entre los años 1870 y 1914 el volumen del comercio mundial casi llegó a triplicarse.

Entre 1870 y 1913, las exportaciones fueron muy marcadas por la venta internacional de Minerales, como el carbón de Asturias.  Así mismo, el superávit de la balanza comercial, fue impulsado por las medidas proteccionistas del producto español como la Ley de 1906. Los aranceles impuestos, afectaban únicamente al producto internacional, por lo que la venta al extranjero no se vio perjudicada.

El conflicto bélico internacional, la Primera Guerra Mundial, perjudicó a los sectores tradicionales exportadores como la exportación de Minerales, mientras que la neutralidad e España en la guerra, favoreció a ciertos sectores, exportando armas de fuego vizcaínas y tejidos catalanes entre otros. 

Los altos niveles de crecimiento del Producto Interior Bruto entre 1918 y 1929, y la creciente Segunda Revolución Industrial provocaron un aumento de las importaciones derivadas de las necesidades asociadas a la ampliación de la capacidad productiva de las industrias pesadas y al desarrollo de las obras públicas, necesitando la importación de maquinarias. Esta expansión que quedó frenada por las tensiones internas a partir de la década de los 30.

Entre los años 1890 – 1935, dio lugar al superávit comercial hasta 1920 y el posterior balance negativo. El superávit, derivado de como introducido, al alto nivel proteccionista desde 1890 hasta 1913 y la dependencia del mercado internacional en España durante la Primera Guerra Mundial. A partir de 1918, el déficit comercial derivó de la necesidad de importación de bienes productivos.

La “nacionalización” del PIB Español, evitó tanto el crecimiento de las exportaciones así como de las importaciones, implicando que las oscilaciones de estos indicadores no justificasen el crecimiento del PIB.

La relación entre el comercio total, las exportaciones más las importaciones y el PIB mundial, se conoce como el «índice de apertura». Cuanto mayor sea el índice, mayor será la influencia de las transacciones comerciales en la actividad económica mundial.

Siendo la primera guerra mundial el detonante para que la producción nacional se impulsara y se enfocara en el comercio exterior, lo que le estaba generando mucho más ingreso que en el comercio nacional, debido a los altos índices inflacionarios del periodo, tal y como se evidencia en la gráfica

Bibliografía

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Fundación BBVA